LA BIBLIA (V) — El libro de Job

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ANÓNIMO

El libro de Job

 

Una tragedia cuya grandeza resiste incólume el paso del tiempo.  (Jung)

 

  • Las citas bíblicas son de:
  • Biblia de Jerusalén. Ed. Desclée de Brouwer. Bilbao 2009 (BJ)

 

Más libros:

  • C. G. Jung. “Respuesta a Job”, en Obra completa, volumen II. Edit. Trotta. Madrid 2008.
  • Fray Luis de León. Exposición del Libro de Job. Hyspamérica Ediciones. Madrid 1985.
  • Otra preciosa traducción: La Biblia de Nuestro Pueblo. Biblia del Peregrino. Traducción Luis Alonso Schökel. Ediciones Mensajero. Bilbao 2009.

Traigo aquí el primero porque es uno de los mejores comentarios al libro de Job que yo he leído. Aunque termina por volar muy alto, al principio no hace sino sacar las conclusiones más inmediatas, las primeras que vienen a la mente antes de que cada uno empiece a incorporar su carga de prejuicios y planteamientos vitales apriorísticos y a realizar con ellos toda clase de piruetas exegéticas. En una primera lectura de Job no se podrá llegar a otra conclusión que no sea la de que Yahvé es un psicópata con posibles crisis de identidad y que su inmenso poder, del que alardea con desmesura, lo convierte en un déspota y un tirano irreflexivo, y que Job está muy por encima de Yahvé en cuanto a moralidad. Un trabajo interesantísimo que, por supuesto, va mucho más allá de estas cuatro lineas. Son más de cien páginas muy densas y ricas en contenido.

El segundo porque mi ―casi―paisano hace una traducción en tercetos que es una delicia de lectura por sí sola. El enorme trabajo (732 páginas), contiene además otra traducción en prosa realizada también por el propio Fray Luis directamente del texto hebreo y un minucioso comentario versículo a versículo. ¡Qué capacidad de trabajo más asombrosa y qué paciencia! ¡Y sin ordenadores ni nada! La traducción en prosa es una bonita lectura porque tiene ese encanto de la buena literatura castellana del siglo XVI, aunque, para sentir mejor la fuerza del texto original, son mucho mejores, al menos para mí, las traducciones modernas. Por otra parte los comentarios, aunque  mantengan el mismo atractivo literario, su contenido en cuanto a exégesis es irregular, pues alterna algunas reflexiones muy agudas e ingeniosas, o incluso de gran belleza, con otras que no son más que fruto de una trasnochada escolástica de la que se estilaba por entonces. Para disfrutar del libro de Job mejor la Biblia de Jerusalén, o la de Alonso Schökel. Fray Luis de León se disfruta por sí mismo.

***

“El malvado no quedará impune.” (Proverbios 11, 21)

Jimmy Savile fue un celebérrimo personaje de la sociedad inglesa de los últimos tiempos. En vida gozó de la admiración, aprecio y consideración  de buena parte de la opinión pública. Entre otras distinciones y reconocimientos, la reina Isabel II le concedió el título de sir y Juan Pablo II lo nombró Caballero de la Pontificia Orden Ecuestre de San Gregorio Magno. Murió en olor de multitud a la edad de ochenta y cuatro años, en 2011. Su entierro tuvo la pompa digna de un personaje de su categoría. Algún tiempo después de su muerte unos reporteros de investigación demostraron al mundo que el amado, admirado, idolatrado Jimmy Savile había sido un auténtico monstruo de  maldad. ¡Y que le quiten lo bailao!

¡Y cuántos Jimmys Saviles habrá por el mundo!

 

***

Todos los tiempos y lugares de este hermoso planeta han sido testigos de un inmenso y constante clamor que se alza frente al cúmulo de dolor y sufrimiento que lo inunda. El mundo entero está traspasado de parte a parte por una enorme herida que no para de sangrar, por más que algunos vivamos al calorcito del estado del bienestar, o de lo que quede de él.

Clamor que se convierte en indignación cuando se observa que  dolores y sufrimientos y el bienestar no están equitativamente repartidos, que unos humanos, por no hablar de otros seres sintientes, también sometidos a esta terrible existencia, soportan calamidades de todos los tamaños, formas y colores, y que otros, aunque estén también sometidos a la misma despiadada condición de lo finito, llevan una vida placentera y cómoda, como si habitaran privilegiados oasis, inaccesibles para muchos, en este valle de lágrimas.

Otra vuelta de tuerca: El nivel de indignación se eleva hasta niveles peligrosos para el hígado cuando observamos, quizá con una visión un tanto distorsionada por el propio dolor, que son los más sinvergüenzas, los más golfos, los más malos, los más …,  quienes mejor viven, y que son muchas las buenas personas las que sufren con especial inquina los rigores de la finitud de la materia, causa y fundamento último del inexcusable mal en el mundo según autores como Torres Queiruga.

Entre las diferencias las hay que son así dispuestas por la caprichosa naturaleza que hace a unos más altos, más guapos, más listos, más habilidosos, más fuertes, mientras que a otros, menos afortunados en el reparto de los talentos (Mt 25, 14-30), los hace más enfermizos, más pobres, menos atractivos, menos inteligentes, más vulnerables, más dependientes.

Se puede comprobar fácilmente que el reparto de talentos realizado por la madre naturaleza, o por algún dios que tenga poder sobre ella, es desigual, arbitrario, y ―quizá tendríamos derecho a decir― injusto.

Cuántas veces, en esos juicios sumarísimos que hacemos mientras estamos a solas en nuestros quehaceres o en la barra del bar con los amigos o en la sobremesa con la familia, cuántas veces, repito, hemos clamado: ¡Ese pedazo de c…, la suerte que tiene y lo mal bicho que es!, o por el contrario, ¡con lo buena gentes que es y la mala suerte que tiene en la vida!

Ante esto poco más nos queda que mirar hacia arriba y clamar a lo alto, por si allí hubiera algún responsable. Siempre nos han mostrado un gran ojo dentro de un triángulo que dicen que lo ve todo. Quizá también, en algún lugar, haya otro triángulo que encierre una poderosa oreja. No hay que darse por vencidos.

Pero, además, por si fuera poco, hay todavía otros males cuyas causas no se pueden achacar a ninguna voluntad o arbitrio sobrehumanos: La explotación de unos sobre otros, el abuso, la violencia, las guerras, el desprecio, la marginación, la acumulación de riqueza y la pobreza consecuente. Esta última, a su vez, causa de otros innumerables males. Ya dijo el poeta, “¿Quién hace que al hombre aqueje / el desprecio y la tristeza? / La Pobreza.

Un simple dolor de muelas puede ser un verdadero calvario para algunos, mientras que para otros solo acarreará la incomodidad de acudir al dentista. Si a la desgracia natural de tener problemas en los dientes se suma la desgracia humana de no tener dinero para ir al dentista se puede acabar sin dientes en la boca, y ya se sabe que en mucho más se ha de valorar un diente que un diamante, y que, antes que una muela, es preferible perder un brazo, como no sea el de la espada. O, al menos, este era el parecer de don Quijote.

La perplejidad, la indignación, la angustia, la desazón que esta realidad provoca en muchas personas es el germen de obras como este libro de Job, escrito hace un porrón de años. Los eruditos no se ponen de acuerdo en su datación, aunque, dado su contenido intemporal, es algo que no nos debería preocupar demasiado, quizá solo para comprobar que este problema ha sido de atención constante en la historia de la humanidad, y que poco hay nuevo bajo el sol.

 

PERSONAJES PRINCIPALES:

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  • EL SATÁN. Así, con artículo. Más que un nombre propio es un atributo, el acusador, el fiscal. Es un miembro más en el consejo de los dioses que preside …
  • … YAHVÉ. No creo que necesite presentación.
  • JOB. Un buen hombre, rico y próspero. Temeroso de Dios, piadoso y caritativo, que, de repente, es víctima de una serie de desgracias cuyo sentido o razón de ser no alcanza a comprender.
  • ELIFAZ DE TEMÁN. Uno de los amigos de Job.
  • BILDAD DE SÚAJ. Otro amigo.
  • SOFAR DE NAAMAT. “Y yo el tercero”.
  • ELIHÚ. Un cuarto amigo que, hacia el final, aparece sin haber sido presentado antes.
  • Habría que añadir un fugaz papel de la mujer de Job, que no le da, precisamente, buenos consejos a su marido.

 

En cuando al aspecto formal, el grueso de la obra es una glosa en verso realizada sobre la base de un pequeño cuento en prosa que quizá fuera de tradición popular. Se trata de una serie  reflexiones o intentos de explicación del sempiterno problema del mal. Un intento fallido, como todos los demás, a mi parecer, de alcanzar una explicación satisfactoria a este inquietante y doloroso problema, incluyendo a Mani, san Agustín, Leibniz, Xavier Pikaza, Torres Queiruga, y un largo etcétera (no me gusta utilizar este comodín  del que tanto se abusa, pero aquí viene como de molde, porque este tema nos afecta a todos y han sido muchos los que han reflexionado sobre él).

La impotencia del autor de Job para encontrar una respuesta satisfactoria le lleva a la conclusión de que esto es así porque así tiene que ser, y en la formulación de este sencillo principio va a dejar en muy mal lugar a Dios.

Los teólogos nos previenen con mucho celo contra las incorrectas o equivocadas interpretaciones del libro de Job, y no sin razón. Porque en un primera lectura, la más inmediata, el dios Yahvé va a quedar a la altura del betún.  Si se le quiere lavar la imagen habrá que recurrir, como tantas veces, a los malabares de la exégesis más sofisticada o a la varita mágica de la alegoría.

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Tres amigos acuden al consuelo del sufriente, lo que sirve para estructurar la obra en tres series de discursos. En cada uno de ellos intervienen los amigos por turnos y Job les responde de uno en uno. Hacia el final aparece otro que no había sido presentado antes, y que también da su opinión al respecto. Es posible que su intervención sea un añadido posterior. También el capitulo 28 parece una interpolación porque no pega nada en el contexto de la obra, es un himno a la sabiduría. Al final, cansado ya de oír disparates, se presenta el mismísimo Yahvé que va a ponerlos a todos en orden.

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La historia base es muy sencilla y conocida de todos: Un señor, muy buena persona y en una confortable posición económica y social, es de repente atacado por toda serie de calamidades que se ciernen sobre su patrimonio, sobre su familia, y sobre su propia persona. Ante esa situación de terrible sufrimiento y desamparo, Job clama al cielo pidiendo, al menos, una explicación que le dé consuelo ante aquel terrible infortunio. Job recibirá la visita de unos cuantos amigos que le mostrarán su cariño y solidaridad ―o, al menos, así se presentan, porque el consuelo que le van a dar será poco― y se abrirá un debate sobre el gran problema del mal. En última instancia se presentará el mismo Dios que zanjará la cuestión diciendo, poco más o menos, que él hace lo que le da la gana y nosotros, miserables gusanos en su presencia, no somos quiénes para pedirle cuentas.

Después de esta salida airada y ante la sumisa resignación de Job, Dios, ya calmado, lo repondrá en su perdido bienestar.

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Los temas principales que podemos extraer de la lectura de este precioso libro son dos: una la reflexión sobre el problema del mal; y otra, bastante más morbosa, el papel que representa Yavhé en la obra.

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 “EL MAL”, O “LO MALO”.

Respecto a la primera hay que reconocer que los planteamientos filosóficos que se exponen en boca de los personajes del cuento son, claro está, bastante antiguos. La filosofía sobre este tema ha progresado mucho. Quiero decir que los encajes de bolillos que han ido realizando los filósofos a lo largo de los dos mil quinientos años que nos separan de Job han alcanzado una gran complejidad.

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Aquí es todo más sencillo. El argumento principal es un clásico del tema, la retribución: Dios es un ser justo que da a cada cual lo que se merece.

[Elihú]: Dios paga al hombre según sus obras, trata a cada cual según su conducta. Está claro que Dios no obra mal, que Shaddai no tuerce el derecho. (34, 11-12)

Job no está en absoluto de acuerdo y proclama su inocencia. Él ha actuado siempre con justicia y temor de Dios. No ha hecho mal a nadie a sabiendas, y ha ayudado a los menesterosos en la medida de sus posibilidades.

Que me pese en una balanza sin trucar y Dios conocerá mi integridad. […] Si me cerré a la necesidad del débil y dejé morir de llanto a la viuda; si comí solo mi ración sin compartirla con el huérfano […] ¡que se me salga de la espalda el hombro, que mi mano se rompa por el codo! […]  No me alegré del mal del enemigo ni me regocijé con su desgracia. (31, 6, 16-17, 22, 29)

Pero los amigos insisten machaconamente: Dios ampara a los humildes, no abandona a los buenos, solo castiga a los malvados, que no se van de rositas ―no conocían, claro está, a Jimmy Savile, ni a nadie que se le pareciera― y si le ha mandado esas desgracias a Job será por algo. Hay que tener confianza en Dios y no se le deben pedir explicaciones, pues nadie es justo en su presencia.

Es curioso  que en ningún momento se apela a una justicia o a una reparación ultra terrena, que es el argumento principal en las religiones monoteístas actuales. Pero en aquel tiempo, en aquella cultura y en aquel marco ideológico, esta eventualidad no era tenida en cuenta porque ellos no sabían nada de una vida después de la muerte. Al menos una vida como la entendemos ahora.

Todos caminan hacia una misma meta; todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo. (Qo 3, 20)

En el mejor de los casos el sheol era una especie de lugar tenebroso donde iban a parar todos los difuntos y en el que se llevaba una existencia triste, monótona y sombría. El mismo Aquiles prefería ser el último mono  en este mundo que emperador en el otro (Odisea, XI).

El mundo del más allá se ha ido construyendo  muy poco a poco a lo largo de los siglos, como ya vimos en la obra de Le Goff.

https://elaposentodeloslibros.wordpress.com/2017/12/05/el-nacimiento-del-purgatorio-jacques-le-goff/

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La conversación se tensa porque cada uno mantiene su postura: Job su inocencia, los amigos su culpabilidad. Ellos, que habían ido a proporcionar consuelo al sufriente empiezan ya a tocarle un poco las narices cuando lo acusan de charlatán, de decir desatinos y de orgullo, pues dicen que considerarse justo delante de Dios es ya un pecado en sí mismo.

[Sofar]: ¿Nadie va a responder al charlatán?, ¿va a tener razón por hablar sin control?, ¿hará callar a los demás tu verborrea?, ¿te vas a burlar sin que nadie te confunda? (11, 1-2)

¡Y es que hay que ser desagradable! El pobre Job se desespera. Padece unos dolores de muerte, en el cuerpo y en el alma. Recuerdo que ha perdido a sus hijos e hijas, su patrimonio y que todo su cuerpo es una pura llaga llena de gusanos y de picores. Que ya lo único que pide es una explicación. ―Why!!!???,  gritaría ahora en este mundo invadido por el imperialismo anglosajón.  Y se encuentra con la incomprensión de aquellos que –supuestamente–  han ido a darle consuelo.

Solo sois consoladores agobiantes. (16, 2b) […] ¿Hasta cuándo me vais a atormentar, aplastándome con tanta palabra? Ya me habéis insultado diez veces, sin pudor me habéis ultrajado. (19, 2-3)

Y, por si fuera poco, ya solo falta el tal Elihú que

descargó su cólera contra Job porque pretendía tener razón frente a dios. (32, 2b)

Después de los tremendos discursos de este personaje, Yahvé ya no puede aguantar más, harto de tanta tontería de unos y de otros y se presenta ante los contertulios con todo el aparato escénico que supone una teofanía de las gloriosas, desde la tormenta ―no desde el ligero y blando susurro como cuando se apareció a Elías, que huía después de haber asesinado a doscientas personas―, infundiendo terror en todos y aniquilando, con su sola presencia, la poca dignidad que le quedaba al sufriente Job.

***

 YAHVÉ.

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“Yo soy Yahvé, no hay ningún otro. Yo modelo la luz y creo la tiniebla, yo hago la dicha y creo la desgracia, yo soy Yahvé, el que hago todo esto.” (Is 45,6b-7)

Hay que plantearlo con toda crudeza: el origen de los padecimientos que sufre el justo Job está en una apuesta que Dios hace con el Satán. Sin perjuicio de una posterior ―y quizá más correcta interpretación―, lo que dice el texto a primera vista es que Yahvé permite al Adversario que acose con toda clase de padecimientos a su fidelísimo Job para presumir y vanagloriarse ante su corte de la entrega incondicional que este le profesa. Job, con su proverbial santa paciencia, soportando con entereza todo tipo de calamidades, le va a hacer ganar la apuesta.

Después de la presentación del protagonista, el libro empieza con un prólogo en el cielo, donde se reúnen Yahvé y su corte celestial. Goethe empezará su Fausto con un prólogo similar. Los monoteístas actuales dicen que aquella corte estaba compuesta por ángeles, pero para mí que se trataba de otros dioses.

Dios se alza en la asamblea divina, para juzgar en medio de los dioses. (Sal 82, 1)

Sin duda Dios se sentía muy satisfecho y orgulloso de su siervo Job y se pavoneaba de ello ante su corte, especialmente ante el Satán, que había perdido la apuesta. Pero allá abajo, Job no dejaba de importunar y llamaba con irritante insistencia a sus puertas pidiendo una explicación, ¡que el pobre no pretendía otra cosa! Quizá Dios se debía haber presentado ante él, haberle pedido humildemente perdón y mostrarse agradecido por su fe incondicional.

Pero no,  a Dios se le va a acabar la paciencia.

Yahvé se dirigió a Job desde la tormenta: ¿Quién es este que denigra mi designio diciendo tales desatinos? (38, 1-2)

 

 

De desmedida, desproporcionada, airada, soberbia, arrogante y hasta de mal educada se podría calificar la intervención de Dios en el debate. Jung lo tiene claro. Para él Yahvé es un ser de una naturaleza celosa y susceptible, con arrebatos devastadores de cólera,  inconsciente y, puesto que la moralidad presupone la conciencia, amoral. Un ser con problemas de identidad que necesita al otro, al humano, para reconocerse a sí mismo.

Yahvé ignora hasta tal punto a Job en sus discursos que lo difícil es no advertir cuán ocupado está consigo mismo. (Jung, pg. 391)

Y no solo lo ignora, sino que  lo desprecia, lo insulta y lo trata como si fuera una piltrafa. Con hirientes ironías, con alardes megalómanos, con divina soberbia. Pone delante de las narices de Job todas sus grandes obras y le pregunta, con desprecio, si él podría hacer algo parecido.

Y el pobre Job queda definitivamente anulado, apabullado ante tan desmesurada demostración de grandeza y poder.

Job respondió a Yahvé: Hablé a la ligera, ¿qué replicaré? Mejor si me tapo la boca con la mano. (40, 1-4)

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Cuando ya más calmado se le pase el enfado a Yahvé, devolverá a Job todo lo robado, le dará nuevos hijos e hijas ―no, no resucita a los que murieron, aquellos muertos se quedan, son otros nuevos― y repondrá su salud.

Job vivió después ciento cuarenta años, y conoció a sus hijos, nietos y bisnietos. Job murió anciano tras una larga vida. (42, 16-17)

***

Sin duda es un libro precioso. Especialmente los discursos de Job, cuyo clamor traspasa el tiempo y el espacio porque pone el dedo en la llaga ―y que me perdone por mentar la llaga en la casa del llagado― de la esencia de la existencia humana, o en una de ellas: ¿por qué sufrimos?, ¿por qué sufre el justo?, ¿por qué disfruta el malvado?, ¿por qué hay tanto dolor en el mundo? Su actitud humilde pero firme lo coloca moralmente muy por encima de Yahvé ―es la tesis principal del trabajo que cité de Jung―, y sus interrogantes siguen vivos y actuales en una humanidad que no deja de sufrir. Por ahora no hay una respuesta satisfactoria. Habrá que seguir clamando a ver si llegamos con nuestro grito al último escondite donde se esté metido el responsable de todo. O quizá no haya responsable ninguno.

Aquel que en el cielo tiene su guarida, solo aquel sabe de dónde surgió esta creación, ya sea que él la hizo , ya sea que no. O tal vez ni él lo sabe. (Rigveda)

***

A esto hay que añadir, y no es un tema menor tratándose de literatura, la belleza formal, el lirismo con que se expresan los pensamientos y las inquietudes del protagonista, que resiste incluso al despiadado trámite de la traducción. Las intervenciones de los amigos quizá irriten algo en algún momento, pero el papel de Job es estremecedor hasta en su belleza.

Siento asco de mi vida, voy a dar curso libre a mis quejas, voy a hablar henchido de amargura. Diré a Dios: no me condenes, explícame por qué me atacas. (10, 1-2)

 

12 comentarios sobre “LA BIBLIA (V) — El libro de Job

  1. Espléndida disertación, de nuevo con el hilo conductor (o la argamasa que da a este blog su gran consistencia): los grandes interrogantes de la sabiduría perenne. El Mal, la injusticia, el sometimiento de semejantes y otros seres sintientes, la pobreza…
    Sea a través de la glosa de figuras o episodios bíblicos, el análisis novelística, o cualquier otro recurso libresco, la reflexión, y sobre todo, la llamada a la acción, se imponen al lector en cada entrada.
    Particularmente admirable me parece la extraordinaria disciplina, entre infantil (como de niño entre los foctores) y didáctica, de diseccionar siempre a los «personajes» de turno. Confieso que jamás se me habria ocurrido semejante enfoque, tal vez porque nunca he considerado «personajes» a esas criaturas (del aire-Savater).
    A mi madre le costaba mucho tratar de convencerme de películas y libros «no eran de verdad».
    A ver si encuentras algún texto sin personajes. Te doy una pista: Alain Robbe-Grillet: «La jalousie: histoire d’une maison vide»
    Y muchas gracias por el blog.

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    1. Supongo que te refieres a La celosía. Ya le he echado un ojo por ahí. No está en las bibliotecas pero se puede comprar por internet. Aunque para libros sin personajes, de lo que yo conozco, el que se lleva la palma es el innombrable de beckett. Del que, curiosamente, llevo unas semanas acordándome para releerlo

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  2. Por ahí iba la cosa: Beckett. «La jalousie» («La celosía» es el título traducido, y yo no lo he leído en español) sí tiene personajes, pero están embebidos en la narración. Ya se sabe que los pilares de la novela al uso son la progresión narrativa y la dosificación dramática, es decir, que pase algo (cuanto más pase, mejor: más «engancha»), y que haya «personajes» a los que el lector pueda caracterizar fácilmente (en inglés, personaje es «character»). Sin estos elementos, ! pobres autores! Serán descalificados por los Perezrevertes de turno.
    No me extraña que Robbe-Grillet no esté en las bibliotecas (españolas). Pasada la moda del Nouveau Roman, el olvido y a otra cosa. Sin embargo, las películas de Robbe-Grillet sí se comercializan en España, y eso que son todavía más coñazo que sus novelas. Eso sí, las películas tienen «personajes». Y se les pasea el alma por el cuerpo.
    Lo de «Histoire d’une maison vide» no está en la novela: lo puso Robbe-Grillet en el ejemplar que me dedicó hace casi cuarenta años.
    Feliz lectura!

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  3. Me quedo con lo de que «la celosía» es un coñazo: pista y aviso. Por no quedarme callada además, diría que, en personajes diluidos, las novelas de Juan Rulfo no se quedan a la zaga: vennga juerga y venga a pasar cosas. En cuanto a la paciencia, menos mal que no creo en dios, si no, pensaría que se ha divertido poniéndome a prueba. ¡Lo que me ha costado poner esta birria de comentario!

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    1. Una vez oí de un director de cine (que no recuerdo) que decía que todos los libros se podían llevar al cine aunque con algunos era algo complicado por la indefinición de los personajes. Y ponía como ejemplo la crítica de la razón pura

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      1. Si hubiera conocido este blog, ese cineasta no habría dicho eso: el autor del «Aposento…» le habría escrito un estupendo guión de la «Crítica…», repleto de personajes perfectamente diseccionados. Y a Kant se le habría paseado el alma por el cuerpo.
        Por cierto que hay una «Crítica de la razon pura» en versión manga.

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      2. Es una pena que mis estúpidos prejuicios me impidan poner jajaja. Porque es lo primero que me sale. Tengo que buscar esa crítica manga, que promete

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